La muchacha abrió los ojos y se sintió apabullada por su propio
desconcierto. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio
que su falda era marrón y que la blusa era crema. No tenía cartera. Su reloj de
pulsera marcaba las cuatro y cuarto. Sintió que su lengua estaba pastosa y que
las sienes le palpitaban.
Junto a ella se encontraba un hombre que la miraba aún más
confundido, intento hablarle pero las palabras se le entrecortaban en la
garganta derramando un par de lágrimas. Acaricio su mano pero ella la rechazó.
No lo conocía, como pretendía que permitiese que la tocara. Confunda, preguntó
al hombre quien era, en donde estaban y que era lo que había pasado. El, con
voz suave, le dijo que no se preocupara que estaban en casa y que el cuidaría
de ella. La chica preocupada se levantó del sofá aun mareada y confundida, le dolía
la cabeza y cuando se observó en el espejo, vio que la frente estaba cubierta
por una pequeña gasa que aun chorreaba un poco de sangre, se asustó mucho, no comprendía
por que le había ocurrido eso. El la tomo de la mano guiándola al sofá para que
se sentara y le explicó. – Esta mañana ambos salimos temprano para ir a
nuestros trabajos, a medio día recibí una llamada en la oficina del hospital,
me dijeron que te habías caído y te golpeaste en la cabeza. Esta es la tercera
vez del mes que ocurre, pierdes el conocimiento y parte de la memoria por un
instante, pero después todo regresa a la normalidad, pero esta vez es
diferente, el daño por el golpe ha empeorado la situación. Los doctores no
saben qué tipo de enfermedad es, me dijeron que te trajera a casa, que ellos se
encargarían en cuanto sepan que es lo que te pasa.
La chica no lograba entenderlo, ¿estaba enferma?, pero ¿de qué?
y ¿por qué estaba con aquel hombre? Observó su mano derecha y vio que poseía un
anillo. Lo miro perpleja y el solo pudo pronunciar. – si amor soy tu esposo. Algunos
recuerdos se le vinieron a la mente, pero en ninguno de ellos recordaba el
rostro de quien decía ser su “esposo”. Camino alrededor del cuarto desesperada
por la situación, asustada de no saber quién era en realidad, el hombre no
soportaba verla así, se moría por abrazarla por decirle que todo estaría y que
juntos saldrían adelante, pero ella no soportaba ni que la tocara y esto a él
le rompía el corazón.
Al no saber nada de ella misma, no le quedo más que pasar
aquella noche en casa de un desconocido que decía amarla. Cerro los ojos
quedándose completamente dormida y el solo pudo velar su sueño durante esa
noche deseando en lo más profundo de su alma, en que todo fuera una terrible
pesadilla y que su esposa despertara diciéndole que lo amaba tanto como el a
ella.
Al día siguiente ella despertó, tocó el lado de la cama
esperando encontrar a alguien, pero estaba vacia, desconcertada observo a su
alrededor. Su esposo estaba a su lado sentado en una silla durmiendo. Ella lo
despertó cariñosamente con un tierno beso, la tomo entre sus brazos
agradeciendo a Dios por haberle regresado a su esposa. El no dijo nada más y
ambos salieron de casa nuevamente para continuar con su vida normal, pero el
sin dejar de lado la preocupación de la enfermedad de su mujer.
Durante el día volvió a recibir la misma llamada, se llenó de
pánico y corrió desesperadamente hacia el hospital. Cuando entro a la habitación
en donde se encontraba la chica, los ojos se le inundaron de lágrimas,
esperando a que sus ojos se abrieran, no importa si no lo reconocía, solo
quería verla despertar, pero eso nunca ocurrió. Esta vez, el velar su sueño le
tomaría el resto de su vida.
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